Diario de Castilla y León

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EL DICCIONARIO recoge una docena de definiciones para la palabra política y una de ellas es «cortesía y buen modo de comportarse». Casa poco con el ejercicio de la política que nos encontramos en la actualidad. Llevamos ya demasiado tiempo en el que el arte de la política es el arte de la bronca, con poca o ninguna cortesía, ni la parlamentaria, que parece que hace tiempo que pasó a ser una fórmula en desuso. En la política siempre ha habido enfrentamientos dialécticos y acaloradas discusiones fruto del apasionamiento con el que se defienden las ideas, pero hoy en día es habitual perder las formas o el buen modo de comportarse. Estamos viendo con los incendios un penoso ejemplo. Con las llamas vivas en los bosques, hay representantes políticos, de todos los partidos, que aprovechan para sacar la garrafa con gasolina. Hay una lógica indignación ciudadana al ver arder los bosques y hasta viviendas y pueblos. Hay un problema y la calle se enciende por la desesperación. La respuesta política (no en todos los casos, afortunadamente) es echar más leña para ver si las llamas alcanzan el trasero del rival político y se alejan del propio. No es eso lo que esperan los ciudadanos por mucho que se haya convertido en la respuesta habitual. Es evidente que hay un problema serio con el fuego y cada vez se agrava más por el cambio de condiciones, climáticas y de forma de vida, con un constante abandono del mundo rural. Ante ello, se precisan medidas, soluciones, propuestas. No las hay estos días en el panorama político o no se oyen, porque lo que queda es el ruido. Los incendios se acabarán extinguiendo, los de los montes, porque los políticos tardarán un poco más. Lo triste puede ser que cuando se apague la llama de la malentendida ‘pasión’ política de este verano, se pase de página y se busque otro asunto propicio para lanzarse contra el rival político. Tampoco es lo que esperan los ciudadanos. Ojalá no sea así y el fuego de estos días sea por una vez purificador en la política y sirva para que se empiecen a plantear propuestas serias y las administraciones, todas ellas implicadas, dialoguen para intentar que el problema de todos los veranos no siga yendo a más sino a menos. Estos días se pone a Soria de ejemplo en la gestión de los bosques, que tienen aprovechamientos económicos a través de la madera, la resina, la micología, el turismo... Quizá ese sea uno de los motivos por los que Soria sufre menos incendios (hay que tocar madera, que siempre hay un factor de suerte). Si no es este el ejemplo, seguro que hay otros y la labor de los políticos debe ser encontrarlos e intentar aplicarlos en los lugares donde el problema es mayor. Si hay interés económico en los bosques, seguro que habrá más alertas y concienciación para el fuego. Eso sí, cualquier cosa que se haga no puede hacerse sin escuchar a los que están en el territorio, a los que muchas veces se les imponen normas que van contra el sentido común o contra lo que en los pueblos funcionaba y sin embargo se ha impedido seguir haciendo. Y es que quizá la primera medida es tomarse en serio de una vez por todas los problemas del medio rural.

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