Diario de Castilla y León

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Se acabó. Tranquilidad todo el mundo que no voy a hablar del sujeto de derecha extrema que lidera ‘Se acabó la fiesta’. Tampoco tengo intención alguna de hablar del acabose del misterio del nuevo Papa.

Entre otras cosas, porque alguien que sale nombrado de un cónclave de casi ancianos, a los que se les llena la boca de pobreza bajo el manto de la opulencia que destila la iglesia vaticana, genera muchos recelos y ninguna simpatía. Me bastaría con que se atreviera a meter mano, de una vez por todas, en los muchos desmanes de la iglesia, sobre todo en los abusos sexuales a niños. Pero he perdido toda esperanza.

Y, por supuesto, el se acabó del ínclito nuevo senador por Cortes, de nombre Luis y de apellido Tudanca, que dice que va a seguir luchando por Castilla y León, como si alguna vez lo hubiera hecho, tampoco va a consumir mi tiempo. Ya tiene lo suyo, es un ejemplo más de privilegiado que va camino de ser capaz de vivir de la política sin marcarla.

E l se acabó tiene que ver con otros privilegiados, en este caso del sistema sanitario. Aquellos que llevan meses llorando por las esquinas porque se les iba a acabar el privilegio de pertenecer a Muface y que han dejado de llorar y de arremeter contra todo y contra todos los del Gobierno, en cuanto papá estado, ese mismo Gobierno hasta hace nada malvado, ha llegado con la pasta bajo el brazo para desbloquear el convenio.

Los privilegiados de la Sanidad, que cuentan por varios miles en esta Comunidad, ya están tranquilos porque no van a tener que ir a la Sanidad pública. Bueno, salvo que la cosa se ponga fea y se requiera de los medios y profesionales sanitarios de lo público. Entonces, sí. Entonces, no tienen problema en ser como el resto, olvidar sus privilegios y rebajarse a lo público.

Y es que no se engañen, a estos privilegiados de Muface les importaba cero el que el sistema sanitario público pudiera haber entrado en riesgo de colapso de haberse finiquitado el convenio, con el consiguiente paso de todos ellos a la Sanidad pública. No, ellos lo único que no querían era perder su privilegios de no tener que sufrir listas de espera para las consultas o las pruebas diagnósticas. Por eso, ahora callan y el Gobierno ya no es malvado.

Alguien tendría que explicar qué tienen estos ciudadanos, más allá de ser funcionarios de la Administración del Estado, para gozar de una atención sanitaria privilegiada, que eso sí pagamos todos, frente al resto. Son unos privilegiados que sólo braman cuando ven en riesgos su privilegios.

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