Diario de Castilla y León

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Esta semana se concitan las mayores dosis de pasión. Conmemoramos los últimos días de la vida de Jesús. Los más crueles. Es un tiempo en el que se refleja la fe cristiana pura y dura, que sale a la calle a pecho descubierto, capirote y mantilla al son de las trompetas y los tambores. Es la manifestación más extraordinaria de los creyentes, que desfilan por sus poblaciones y son observados por vecinos y forasteros. Estos últimos hoy son turistas, que eligen este destino para ver procesiones. Incongruencias de una sociedad laica en un país donde se alejan cada vez más de la Iglesia. No van a misa. Ni se les espera. Por ahora, la Semana Santa sigue fuerte y se mantiene sin que metan mano en su logística ni el obispo, ni el alcalde ni el ministro de Turismo nacional. Lo que disfrutaría Jordi Hereu con el asunto en sus manos. Al tiempo. Por ahora, los que mandan son los presidentes de las juntas de Semana Santa. Un alivio. No sé cuánto tiempo será así. Cada Pascua me gusta escuchar cómo responden los padres y madres jóvenes a las preguntas de los chiguitos y chiguitas. ¿Por qué le pegan?, ¿los clavos son de verdad?, ¿por qué sangra?, ¿por qué tiene una corona de espinas?, ¿quiénes son los malos? ¿los romanos o los judíos? Si los llevas, pues eso, cuéntaselo bien. Muchos mayores se hicieron el mismo lío con la peli de Mel Gibson que se atrevió, el que más, a llenar de sangre la pantalla. Las respuestas de los que no van a misa son de lo más truculentas. Casi es mejor que les digan que es una especie de Puy du Fou que, por cierto, y visto lo bien que lo hacen en Toledo, deberíamos proponerles una Pasión viviente. Quién sabe. De todas formas, la Semana Santa es un espacio cultural extraordinario. Toda la culpa la tienen los artistas del XVI y del XVII, aquellos escultores que tallaron en la madera el dolor, la angustia y la pena y la adornaron con lágrimas de sangre y espaldas arañadas. Se les llamó imagineros porque captaron como nadie el gesto de los rostros y la anatomía de los cuerpos malheridos. Pertenecen a la escuela barroca. La lista es interminable. Muchos de esos escultores exponen en la calle estos días sus obras. A la intemperie. Castilla y León, también en esto, mantiene cierto liderazgo que deberíamos traducir con mayor efectividad. Estos días somos muchos los creyentes que alternamos procesión con visitas al Museo Nacional de Escultura Policromada. Y nos empleamos para explicar al nieto, con paciencia, lo de la borriquilla, las palmas, el calvario y la resurrección. Y por quién murió ese tipo de la cruz al que todavía llaman el Nazareno y el Galileo porque vivió y se crío en Nazaret, ahora Israel. Pero esto es historia de otro cantar. Feliz Pascua.

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