La autoridad moral de Tudanca, triturada en la puerta giratoria

Carlos Martínez y Luis Tudanca
Hace mucho tiempo que la autoridad moral de la que alardeaba Tudanca se limitaba a una ensoñación suya, sin concordancia alguna con su propia realidad. Seguramente desde 2019 con motivo de aquella amarga victoria socialista que abrió las puertas de la Presidencia de la Junta a Alfonso Fernández Mañueco, que ya se prepara para asaltar su tercer mandato en unos meses. Aquella victoria en la que se dejó embaucar por un Igea y un pacto inexistente que nadie en la cúpula de Ciudadanos había autorizado. Fue secuestrado por Igea, que le impuso normas, reglas y vetos, y desde entonces es presa del síndrome de Estocolmo. Y así ha deambulado como un fantasma de sí mismo durante cinco años, dejando la oposición en manos de quien arruinó la posibilidad de que el PSOE gobernara Castilla y León. Su único mérito fue apaciguar un PSOE autonómico acostumbrado a la convulsión interna. Lo hizo a costa de no interferir ni en lo que era su competencia, dejando que cada cual hiciera de su provincia un sayo, hasta que él mismo rompió la regla y reventó el partido en una guerra absurda y perdida de antemano contra Puente y Cendón hace algo más de un año. Estos son los hechos y son irrefutables.
Tudanca alardea de ser uno de los grandes moralistas de nuestros tiempos. Esos en lo que los moralistas predican la ética a la altura del Empire State para el común y para ellos se la aplican a la altura de un bordillo con rebaje. Tuvo el cuajo de no pronunciarse cuando los escándalos de acoso sexual a menores y violencia machista estallaron en los aledaños de su escaño, entre sus más estrechos colaboradores. Actuó el partido, pero él se escondió para obsequiar a los imputados con su silencio. Y tras pregonar a los cuatro vientos en periódicos, radios y teles nacionales que Ferraz le hurtaba el derecho de hablar a los militantes cuando le pospusieron las primarias, no dudó un momento en arruinar esa posibilidad, mercadeando los comicios internos a cambio de la plaza de senador. Es tan evidente que tendrán que desalojar de ella a su actual inquilino, Fran Díaz, que se enteró por la prensa de sus sustitución, hace dos meses. Aunque pactó dilatar el cambio con la intención de que no diera demasiado el cante, como si la gente fuera idiota. Estos son los hechos y son irrefutables.
Ahora la nula autoridad moral de la que presume Tudanca queda triturada por sus propios enjuagues internos en la puerta giratoria que conduce de los cien mil euros de las Cortes de Castilla y León en Valladolid, donde, por cierto, desde 2019 pisaba poco, a los cien mil euros de la Cámara Alta en Madrid. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Tudanca ha sido inmune a su propia moral.