Diario de Castilla y León

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CREO QUE no es suficiente con que en Castilla y León a muchos de nosotros - yo uno de ellos – se nos siga llenando la boca cuando decimos que nuestro patrimonio cultural y nuestro patrimonio natural son auténticos dinamizadores en un territorio que va perdiendo habitantes sin que nadie lo remedie. Y eso pone en guardia a quienes desearíamos que nuestra comunidad autónoma fuera un verdadero eje dinamizador y esperanzador; capaz de ofrecer un óptimo futuro a las nuevas generaciones. Los jóvenes se van a otros lugares, a veces muy lejanos, y el territorio se desangra por unas heridas que nadie sabe cómo hay que vendar ¡Quizá no tengan cura! Muchas veces lo pienso cuando noto que nuestras ciudades pierden el ritmo necesario para que el futuro inmediato sea más halagüeño. Numerosos pueblos desaparecen engullidos por la desolación que ahora los habita, que se adueña de ellos poco a poco. Por eso insisto en definir ese cúmulo de progreso que no da con la clave necesaria para que deseemos volver a los orígenes, a la raíz profunda de aquello que antes fuimos. Castilla y León, como otros territorios del interior de la Península Ibérica, se está quedando sola, aislada...porque el ritmo de la vida señala los caminos que no hemos sido capaces de entender. Incluso las nuevas y modernas vías de comunicación no han servido para lo que deseábamos que sirviesen y muchos habitantes de los pueblos: agricultores, ganaderos y funcionarios que ejerciendo su profesión en un pequeño municipio determinado se van a vivir a la capital de su provincia, porque dicen que encuentran más posibilidades para ejercer la vida en plenitud. Sé que hay numerosas poblaciones de nuestra comunidad en las que no se han quedado a vivir, ni siquiera sus alcaldes. Eso es señal de que algo de lo que hacemos no va en concordancia con aquello que desearíamos hacer.

La despoblación va a más. La realidad es así de cruda y así de solemne. No me agrada escribirlo pero me siento perdido en este “maremagnum” que disuelve las antiguas comarcas que un día fueron prósperas.

Siempre he creído que las leyes que nos rigen se piensan en despachos aislados y que en su desarrollo nunca participan quienes conocen la esencia de la realidad que se vive.

No es lógico que se pida lo mismo para montar un negocio en Valladolid, León o Salamanca que en uno de los pueblos más recónditos de nuestra comunidad autónoma. Y, por esa razón, ese patrimonio cultural del que todavía presumimos, quedará inerte y desvalido en lugares que apenas interesarán en el futuro. Dentro de unos años faltarán muchos pueblos que ahora sobreviven. Seremos responsables de su pérdida, del silencio letal que se avecina en esta tierra mágica y silente.

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