Diario de Castilla y León

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PUES nada, ya estamos todos. Éramos pocos y, en esas, aparece el alcalde de Vigo y acapara todos los focos. Tantos, que ni las deslumbrantes luces de Navidad de la capital viguesa de las que tanto presume, resplandecen más que él en este momento. Pero dejemos a Abel Caballero, que de caballero ha tenido poco o más bien nada con Castilla y León, porque ya lleva lo suyo. Una cosa solamente, la próxima vez pida varios trenes exclusivos sólo para los de Vigo y a los demás, incluidos los de Ourense, que les den.

Aunque si de dar se trata, al que le daban un buen revolcón los militantes del PSOE de León, en las urnas y con los votos contantes y sonantes, era a Diego Moreno. Es lo que se llama un buen varapalo en toda regla. Cómo será que, desde el domingo, ni ha respirado. Y mira que han pasado días.

Un Diego Moreno al que de repente le entró la vena leonesista y, poco menos, que pedía para León no ya la autonomía propia, sino casi un autogobierno.

Un leonesismo que le sale ahora pero del que nada se le ha visto ni en sus años de diputado en el Congreso, a razón de 6.000 al mes del ala, ni en los de procurador, ni mucho menos en estos más de tres en los que vive asentado en la Mesa de las Cortes, para leer los puntos del orden del día del pleno de turno y embolsarse 103.000 euros al año. BMW incluido para que le lleve y le traiga, a él y algún que otro alcalde amigo, allí donde su excelencia quiera. Es lo que tiene llevar años y años pisando moqueta, sin más oficio que ese, el de pisar moqueta, y todos los beneficios.

Claro que en esta guerra que abría en el PSOE de León no sólo sale trasquilado el ínclito Diego Moreno. Que se lo digan a los que animaron y avalaron para que le peleara a Javier Alfonso Cendón el liderazgo del Partido Socialista leonés. Sobre todo, al alcalde de la capital. José Antonio Diez sale tocado de este encontronazo con el partido que él mismo alentaba, subiéndose al carro perdedor de Diego Moreno.

Y es que lo peor en política no es abrir guerras, es perderlas. Pero la torpeza más absoluta es el embarcarte en una batalla que ya sabías de antemano que ibas a perder, porque José Antonio Diez lo sabía, sólo por el mero hecho de tratar de perjudicar al contrario. Lo mejor en esos casos, es decir cuando sabes de antemano que no tienes nada que hacer contra el adversario, es retirarse a los cuarteles de invierno a esperar tu momento. Claro que en el caso de Diego de Moreno y de Diez a esos cuarteles de invierno los han mandado los militantes . Pero, como digo siempre, doctores tiene la santa madre iglesia de la política.

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