Diario de Castilla y León

Editorial

Las Cortes y la política del rencor y la instrumentalización de los muertos

Pleno de las Cortes de Castilla y LeónICAL

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El pleno de las Cortes de Castilla y León, la sede del tedio de la política autonómica, revivió ayer el quinto aniversario de la pandemia que nos puso contra las cuerdas y se llevó la vida de más de 10.000 ciudadanos de Castilla y León, 120.000 en España y, según las últimas estimaciones de la OMS, unos 15 millones en el mundo. Más allá de seguir escuchando las indecencias de algún procurador venido a nada dándose golpes en el pecho y atribuyéndose habernos salvado a todos los que sobrevivimos a aquellos meses terribles, nada nuevo bajo el sol. Sólo rencor de unos y miseria de otros convirtiendo la política en un cuadrilátero en el que instrumentalizar la memoria de los fallecidos y el respeto a sus familias. Todo un símbolo de lo que hoy son las Cortes de Castilla y León, un lugar en el que la política sigue varada y empecinada en sus propias miserias.

El caso es que los dos muy mejores amigos del presente mandato, dos fracasados por obra y gracia de los ciudadanos, Luis Tudanca y Francisco Igea, se enzarzaron a causa y consecuencia de los fallecidos en las residencias. El segundo se dio por aludido cuando el primero sacó el comodín para preguntarle al presidente de la Junta cinco años después si hemos aprendido algo. Él seguro que no. Quince días de sueldo para hacer una pregunta en un pleno que cada día que pasa interesa a nadie. Para que luego digan que Castilla y León no es un lugar de oportunidades. Hasta los más vagos y indolentes hacen carrera en esta tierra.

Castilla y León, en materia política, fue un ejemplo de transparencia en aquellos días. Empezando por la labor de la Dirección de Comunicación que abrió todos los canales posibles para que se preguntara por cualquier cosa a diario. Y siguiendo por la Consejería de Familia, que antes que nadie, estrenó el modelo de facilitar datos de fallecidos en las residencias desde el primer día y a diario ante el caos de las desinformación y el ardor de los bulos y fakes que circulaban en un contexto de guerra. Estábamos en guerra contra el virus. Encerrados. Las redes sociales y los chats echaban humo con todo tipo de rumores. Y la Junta optó por la transparencia, aunque la Consejería de Sanidad regida por Verónica Casado se resistiera a informar de lo que no le apetecía y a quien no le apetecía o no le doraba la píldora, a ella que no pisó más allá del despacho y se pertrechó en un comité de expertos, algunos bien alicatados de dinero, que pronosticaban lo que había pasado, y se hincharon de acometer medidas restrictivas que en algún caso fueron tumbadas por los tribunales por inconstitucionales. Lo demás son los cuentos del ego y la vanidad.

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