VOX, en la encrucijada del liderazgo

SEA COMO SEA la repentina deserción de Juan García Gallardo deja un hueco difícil de cubrir en VOX, tercer partido del arco parlamentario en Castilla y León, y hasta hace poco más de medio año integrante del gobierno de coalición. Gallardo se va disconforme con la expulsión de los dos procuradores de Salamanca y Burgos. Y evidenciando que compartía su estrategia rebelde. Se va también arremetiendo contra la voracidad de la dirección nacional, con la cual ya discrepó abiertamente por la ruptura del pacto de gobierno de Castilla y León. Y seguramente no le falta razón en sus argumentos. Sólo que a él se le hace difícil esgrimirlos. Eso que él llama «oligarquías» que deciden a su antojo todo lo que se hace en VOX en todas partes son las mismas oligarquías que decidieron su candidatura hace tres años y, de la noche a la mañana, convirtieron a un joven desconocido en vicepresidente de la Junta. Los argumentos no son sólidos cuando no sirven para aplicárselos a uno mismo. El carácter de Gallardo, joven, impulsivo, impetuoso y excesivamente vehemente en ocasiones, no auguraba un futuro distinto al que él mismo se aplicó ayer.
Seguramente le honra su coherencia al negarse a traicionar con su firma a sus dos compañeros con los que compartía posturas críticas, a la vista de lo que en las últimas horas han conciliado unos y otros. Pero también es verdad que en esta ocasión se ha impuesto la madurez a la improvisación y el carácter. Las desavenencias vienen de lejos. VOX ya quiso alejarlo de la política de primera línea con un buen puesto de asesor en Bruselas cuando salió de la Junta. Cargo que él rechazó para seguir en primera línea. Los episodios del viernes, negándose a firmar la expulsión de los dos parlamentarios, le hicieron reflexionar. Y seguramente pensó que era mejor que él tomara la iniciativa, antes de que la tomaran por él desde lo que ahora llama «oligarquías», de las que él ha formado parte.
En cualquier caso, con su forma de ejercer la acción política se había convertido en una referencia en VOX, tanto nacional, como especialmente en Castilla y León, donde era su cara más visible y diferenciada. Un perfil que nadie parece poder suplir en la formación, inmersa en una crisis más profunda de lo que imaginaron cuando decidieron aplacar las posibles rebeliones en territorios con la expulsión de dos parlamentarios de Castilla y León. VOX tiene que redefinir su estrategia, porque hasta ahora estaba enormemente ligada a la figura y el estilo de García Gallardo. El electorado suele castigar con dureza las crisis y enfrentamientos internos. VOX se debate ahora en la encrucijada de definir lo antes posible un candidato o dejar abierta la incógnita hasta el último momento. Hace tres años la baza de la incertidumbre le salió bien. Pero las cosas no son igual que hace tres años, cuando VOX casi ni existía en Castilla y León. Si VOX no zanja pronto el asunto del liderazgo corre el riesgo de que se le sigan abriendo frentes por los que sangren con generosidad sus expectativas electorales.