PIEDRA DE TOQUE
Una salvajada
UNA SALVAJADA. Me refiero al sectarismo a cuenta de la Navidad, en la que celebramos el nacimiento de Jesucristo. Esto es así lo quiera o no el sanchismo en retirada, el wokismo fuera de servicio, el laicismo trasnochado y decimonónico, el yolandismo tamborilero de Hamás, el comunismo que engrosa las listas Forbes como los pavos más ricos del sistema bellotero, o el islamismo radical que acojona a la Europa ingrávida y al que rinden pleitesía las altas esferas europeas en cada atentado terrorista como el de hace unos días en Magdeburgo.
Eso de «Felices Fiestas» puede estar muy bien visto como anuncio televisivo. Pero no es ni siquiera una modernidad. Es una retahíla comercial, una humorada de gente ducha que quiere a toda costa que comamos las truchas que no nos gustan. Esta manera de deformar el significado de las cosas y de los actos más incómodos, eran objeto de chascarrillos en El Quijote con esta descalificación grotesca: «Vióse el perro en bragas de cerro» (Capítulo 50). Es decir, una pijada, un cretinismo de gente desahogada.
Por esto mismo, cuando leo hoy –día en el que Herodes con una cimitarra se ventiló a los niños de Belén– que en León han decapitado la figura del Niño Jesús en la plaza de Botines, pues qué quieren que les diga: que me parece un vandalismo gratuito, una gracieta de nula cabeza, una gamberrada subvencionada que se inscribe en el sanchismo más progresista, deletéreo, y degradante. ¿Y saben por qué? Porque un nacimiento –lo único que define a un ser vivo como hombre– siempre se celebra, y no se guillotina. Y un nacimiento de amor como el que representa Cristo en la vida, en el arte, y en el humanismo liberalizador de Occidente, es una salvajada, terrorismo ideológico.