Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

A vueltas con la pertinaz sequía

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HACE VEINTICINCO años los ecologistas ya se habían lanzado por el mundo adelante soplando las trompetas del apocalipsis a cuenta del agujero de la capa de ozono, la desaparición de los glaciares y de las selvas amazónicas. Se hablaba poco en aquella época del calentamiento global y sus funestas consecuencias, pero ya era una cuestión en la agenda de todo ecologista pancartero. Pero el problema ambiental más antiguo que yo recuerdo es el de la pertinaz sequía. Hasta lo estudiábamos en los libros de texto de la EGB, que era aquella educación que teníamos entonces los muchachos en la que nos aprendíamos los ríos de España, sus sierras y cordilleras y los accidentes geográficos. Gracias a eso sabemos hoy que aunque la Comunidad Valenciana está pegando con Cataluña, desde el puerto de Valencia al de Barcelona hay una buena tirada en barco y nos podemos imaginar que la solución de llevar agua desde tierras valencianas a su comunidad vecina parece uno de aquellos inventos del TBO. Hace 25 años, en la provincia de Burgos y, por extensión en Palencia y Soria, estábamos pendientes del futuro del pantano de Castrovido, azotado por unos vaivenes políticos indecentes que lo único que lograron fue retrasar y paralizar la obra. Ya entonces se sabía de sobra que el agua era, es y será un bien escaso en España y que poner palos en las ruedas de un proyecto como ese iba a ir en contra de los intereses de los vecinos, los agricultores y los empresarios turísticos de tres provincias. Daba igual. Lo importante fue la agenda ecologista y así se cumplió su voluntad. Finalmente, tras pasar por las torpes manos de Tocino y Narbona, la obra comenzó. Pero aún es el día en el que la presa sigue sin retener el agua. Si la política hubiera dejado paso al sentido común, hoy el pantano de Castrovido custodiaría el agua del río Arlanza para apagar la sed de campos y vecinos de la cuenca baja, entre Burgos y Palencia, y sería un recurso turístico para la cabecera del río, en la comarca de Pinares entre Burgos y Soria, donde, precisamente los pueblos más cercanos al territorio burgalés han recibido ayudas millonarias para desarrollar planes de sostenibilidad turística en destino. Hoy, el embalse de Castrovido llega tarde al regadío y tarde al aprovechamiento como recurso turístico. Pero al menos, podría servir para que el agua que lleva el Arlanza no acabe en Oporto sin aprovechar a nadie en la Comunidad después de verter en el Pisuerga en Torquemada y éste en el Duero en Tordesillas. Es una pena volver la vista atrás y constatar cómo tantas decisiones políticas han lastrado el desarrollo de esta tierra sin aportar alternativas a sus residentes. La historia juzgará a aquellos a los que sus dislates no les han costado ningún dolor de cabeza, porque los disgustos los sufrimos otros. Pero hay quienes nos acordamos que fueron los políticos de la mano de los ecologistas quienes retrasaron esta presa tan necesaria para un futuro que viene con escasez de agua, según los adalides de la Agenda 2030.

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