Diario de Castilla y León
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Decía Agapito, un buen amigo que había nacido en uno de los núcleos mineros de El Bierzo Alto, que “en los pueblos viejos no se pueden poner costumbres nuevas” y, naturalmente, estoy de acuerdo con el principio intuitivo-filosófico que ilustra todo ese conocimiento heredado, que ha vivido con nosotros desde hace muchas generaciones. Son cosas que la lógica - arraigada a la tierra en que vivimos los castellanos y los leoneses - instaló en nuestras mentes de la infancia, para que aprendiéramos a vivir con ese arraigo durante el resto de la vida. Son atisbos que se han incrustado en la trayectoria que supieron dibujar nuestros antepasados más remotos, o lógicas aplastantes que ya señaló Ortega y Gasset en “El espectador” cuando anotó frases con significados sencillos, pero rotundamente meditados. Y creo con él (porque vivo, participo y observo la naturaleza que estos días invernales ya ha hecho descender las temperaturas hasta los cinco grados bajo cero) que han de desenfocarse de algún modo los principios manidos y muy manoseados por el Grupo de Puebla y sus predicamentos sobre el “cambio climático” que parece ser que sufre el planeta… Pero me uno a lo sencillo y afirmo con Ortega y Gasset que en la meseta castellana “la vertical es el chopo, y la horizontal, el galgo”. Y ahí quedan definidas cosas de fundamento en estos tiempos en los que estamos acostumbrados a que los prohombres de la política solo digan sandeces y boberías.

A Sánchez se le termina un año lleno de fluctuaciones y agitaciones muy complejas. Porque el presidente, que tiene mucha labia e incógnito talento, nunca ha debido leer a Miguel Delibes en “El príncipe destronado” y no sabe, por lo tanto, que lo primero que debería haber aprendido en el universo de los presidentes es a ser imparcial y tolerante con los que no piensan como él. A gobernar para todos. Aunque cree y seguirá creyendo que representa la virtud y que todo lo que se aparta de su juego supone un atentado contra los principios democráticos.

Vendrán los varapalos a los que Sánchez hace caso omiso. Vendrá Europa a poner freno a los gastos fastuosos y, nuestro presidente, seguirá empecinado en esconder la malversación en su Ley de Amnistía, que es una más de las frustraciones de un individuo voluptuoso, fulero y mentiroso que solamente gobierna a golpe de talonario y que quita importancia a los potenciales delitos de terrorismo y a los delitos de corrupción: Puigdemont es un santo que habremos de venerar y Pere Aragonés querrá salirse con la suya. Es la ley de la oferta y la demanda, la fiesta de los políticos de los grupos del Senado, que encomian su ego subiéndose el sueldo en proporciones inusitadas, solamente reservadas para esos privilegiados.

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