El letrado que se dejaba susurrar
Esta película bien podría titularse 'El político que susurraba al letrado mayor de las Cortes'. Pero siguiendo los versos de Benedetti, Mario, eso que dicen que «uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere», la película va a titularse 'El letrado mayor de las Cortes que se dejaba susurrar'. Y como subtítulo, la pifiaba sin parar. Porque esa es la cuestión. Y no otra. ¿Quién susurra al letrado mayor del parlamento de Castilla y León para que se pase el reglamento y la Constitución por el forro cada vez con más asiduidad? Dime quién era. Quién cada 9 de noviembre, como siempre, sin tarjeta, le enviaba un ramito de violetas. Que un iletrado no sepa que la Ley está para cumplirla y las normas para acatarlas, no le exime de responsabilidad. Pero que un letrado no lo sepa, clama al cielo nacarado del hemiciclo. Es lo que tiene el cargo, que siempre les ha gustado el protagonismo inmerecido. Son operarios, que no deberían ni aparecer en las fotos. Pero les chifla. Le chiflaba al antecesor más que a un tonto un lapicero de Pelikan. Pero cierto es que sabía qué se traía entre manos y por mucho susurro jamás abdicaba de sus competencias para hacer cumplir las normas, o al menos, advertirlo. El de ahora pretende adquirir tanto protagonismo, que no le llega con las fotos. Quiere alicatar las preguntas que puede y no puede hacer la oposición. Esta sí, esta no. Esta sí, que me la como yo.No sería descabellado si no fuera porque para elaborar preguntas, como mínimo hay que saber redactar, cuestión que siempre se les ha atascado a los jurídicos, fascinados por los gerundios y las subordinadas, que hacen que más de uno haya palmado por falta de oxígeno al acabar la frase. Señor letrado, ocho líneas del punto 2 del infame informe sin un punto y seguido ahogan a cualquiera. Marcos, seamos menos silvestres, al menos en la redacción de los textos, que nos falta hasta el aire en las Cortes. Asfixiante.