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EL SUR de de Estados Unidos se ha quedado huérfano. Jerry Lee Lewis ha fallecido hace unas semanas con 87 años. Los Estados de la Confederación, es decir, Virginia, Kentucky, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Tennessee, Georgia, Alabama, Mississippi, Missouri, Florida, Luisiana, Arkansas y Texas han perdido a uno de sus hijos predilectos. Las tierras del julepe de menta, las magnolias y los paseos a caballo entre los campos de algodón, ya no escucharán más su música ni su voz, al menos en directo. Sus vídeos en YouTube son antológicos. Muchas de las actuaciones que recorren internet seguirán impactando a sus fans.

Fue todo un personaje. Su carácter indomable le hizo ser quien fue, aunque le jugó muy malas pasadas. Nació en un pueblecito llamado Ferriday en la parroquia de Concordia en el Estado de Luisiana, lindando con el territorio de Mississippi. Con apenas siete años, sus padres se percataron del talento que tenía tocando el piano. Tal fue el asombro que generó en sus progenitores que llegaron a hipotecar la casa para adquirir el instrumento musical que dominó a la perfección. Iba para predicador protestante, pero decidió cambiar la religión por la música.

Saltó a la fama con su Great Falls of Fire, tema que le catapultó a la fama. Cuenta la leyenda, algunos testigos de la época dicen que fue verdad, que el día que interpretó la canción Grandes Bolas de Fuego, la dirección del espectáculo le comunicó que después de él, para cerrar la noche, le seguiría otro de los grandes de la música sureña, el afroamericano Chuck Berry. Jerry Lee Lewis ni corto ni perezoso después de tocar y cantar su canción y en medio de las masas de gente enfervorizadas, sacó un mechero, lo lanzó al piano, y con él en llamas, abandonó el escenario. A continuación, en las candilejas del teatro, pasando al lado de Chuck Berry, se despidió diciéndole: ahora si puedes, lo mejoras.

Pero no todo fue éxito en su vida. Casado innumerables veces, se divorció seis, las desgracias le persiguieron permanentemente. Uno de sus hijos murió ahogado en una piscina y el fisco estadounidense le puso varias veces contra las cuerdas. El hombre de los ricitos de oro, que tocaba el piano con las manos, con los pies y hasta con las nalgas, no dejó indiferente a nadie durante su interesante y convulsa vida.

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