AGRICULTURA
Castilla y León afronta el final de una campaña de maíz sólida pero exigente en las cuentas
Las últimas semanas de recogida de la gramínea encaran su final con una superficie sembrada liderada por León y un adelanto de la recolección en algunas zonas

Cultivo de maíz en una finca de Castilla y León
La campaña de cosecha de maíz en Castilla y León afronta su final con tres hechos destacables: el regadío ha funcionado con normalidad tras un arranque de primavera con reservas récord en la cuenca del Duero, las lonjas provinciales han fijado un precio en origen que, según la plaza, se mueve entre 200 y 215 euros/t, y la recolección se ha adelantado de forma inusual con humedades que, en numerosas fincas modernizadas, permiten prescindir del secado o acortarlo, aliviando costes en un año de márgenes justos.
La Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) situó el 11 de abril las reservas en el 90,7% de su capacidad y aprobó los volúmenes mínimos para el final de campaña; esa misma semana, en la Comisión de Desembalse, se validó como dotación máxima un tope de 6.000 m³/ha en toda la cuenca, decisión divulgada públicamente.
En paralelo, el 15 y el 22 de octubre, la Lonja de León marcó 215 €euros/t para el maíz «destino secadero», mientras que la lonja conjunta de Valladolid-Palencia recogía 200 euros/t el 24 de octubre y Salamanca abrió el 14 de octubre con 213 euros/t al 14% de humedad. Con estas referencias, la horquilla regional reciente queda acotada en 200–215 euros/t. La Junta de Castilla y León cifró oficialmente la superficie de maíz declarada en la PAC 2025 en 124.012 hectáreas, 7.240 más que el año anterior, lo que supone un incremento de 6,2 por ciento y ratifica el papel del cereal como cultivo de referencia del regadío regional.
En ese contexto productivo, el presidente de Asaja Castilla y León, Donaciano Dujo, sintetiza la foto de campaña de este modo: «El año 2023 teníamos 116.000 hectáreas. El año 2024 se mantuvieron las mismas y este año tenemos 124.000 hectáreas en Castilla y León. Siendo, por orden de importancia, León la primera provincia con más de 72.000 hectáreas. Luego Salamanca con 16.000 y Zamora con 15.000. La verdad es que el otoño que ha venido, final de verano y otoño, con unas temperaturas altas y sin precipitaciones, ha propiciado que la recolección del maíz se haya adelantado y en buena parte de Castilla y León ya se ha ido cegando». Añade que «el estado sanitario que ha tenido el maíz ha sido bueno y las producciones están siendo buenas» y que «podemos hablar de unas producciones alrededor de 13.000 kilos por hectárea de media este año en Castilla y León».
Los datos de mercado respaldan esa percepción de avance con estabilidad en precios. La Lonja Agropecuaria de León fijó el 22 de octubre un precio orientativo de 215 euros por tonelada para el maíz destino secadero, repitiendo cotización respecto a la semana anterior. La semana del 8 de octubre la mesa decidió aplazar el primer precio por disparidad entre oferta y demanda y, tras el arranque, el valor quedó asentado en 215 euros por tonelada. Estas referencias en origen confirman que el maíz afronta el final de campaña con márgenes ajustados, alineados con los cereales de invierno.
Desde la Alianza UPA-COAG en Castilla y León, Lorenzo Rivera aporta el detalle de cómo han influido el agua disponible y la modernización del riego en los rendimientos: «Según los datos de la PAC, en Castilla y León 125.000 hectáreas más o menos, 124.200, siendo León como siempre la que tiene más de la mitad, 72.115 hectáreas. Se ha sembrado un 6 por ciento más que la campaña anterior y sí que está más avanzada la cosecha que otras veces, porque no ha llovido hasta casi mediados de octubre. Desde algunas comunidades de regantes, sobre todo donde no tienen riego por presión, que es por el agua suelta, les cortaron el agua la última semana de agosto, entonces esos maíces estaban muy secos, han bajado también los rendimientos». Rivera concreta además «humedades entre el 15 y el 16» y «rendimientos en las zonas modernizadas y con presión de medias entre 13.000 y 14.000 kilos por hectárea, y en las zonas no modernizadas entre 8.000 y 10.000 kilos por hectárea».
La disponibilidad hídrica ha sido un factor decisivo para sostener las producciones en regadío. La Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) informó el 11 de abril de que los embalses de la cuenca alcanzaron «el mayor nivel de reservas desde que hay registros», apoyando una campaña de riego sin restricciones generalizadas y estableciendo un máximo absoluto de 6.000 metros cúbicos por hectárea en toda la cuenca. La propia CHD abrió el 10 de marzo las Juntas de Explotación para definir dotaciones por sistema con base en esas reservas. Este marco explica que, pese a los cortes de agua puntuales en determinadas comunidades de regantes sin presión, el regadío modernizado haya sostenido mejores rendimientos que los perímetros aún pendientes de modernización.
Rentabilidad
En términos de costes y rentabilidad, la fotografía que trazan las organizaciones profesionales agrarias es coincidente. Donaciano Dujo subraya que «tenemos unas producciones muy buenas, tenemos una calidad extraordinaria, pero empiezas a descontar fertilizantes, gasóleo, fitosanitarios, semillas, agua» y recuerda un sobrecoste añadido específico del maíz por «secado», que «se va a otros 30 euros por tonelada». Con la Lonja de León en «215 euros la tonelada de maíz», Dujo plantea dos vías para cuadrar márgenes: «O sube a 300 euros tanto el maíz como el resto de cereales o bajan los fertilizantes a la mitad, de 600 a 300 euros», y agrega que «prefiero que bajen los costes».
Rivera coincide en el diagnóstico de costes: «En principio los fertilizantes y en segundo lugar el riego» son los capítulos que más pesan. Detalla que incluso con modernización «la energía para las bombas que hacen presión» y la amortización de «tuberías o pivots» encarecen la campaña. Suma «semilla», «herbicidas», «labores» y «servicios de cosechadora». Con ese cuadro, advierte que a «210 euros la tonelada» sólo libran costes «quien esté sacando producciones por encima de 18.000 kilos», mientras que con medias de 12.000 o 13.000 kilos «estamos muy a la raya». Por eso sitúa la «rentabilidad del maíz» con precios de «250-260 euros la tonelada» para ajustarse a los costes actuales.
En lo agronómico y en gestión del riesgo, Dujo pone el foco en el regadío como cortafuegos rural y blindaje climático ante la relevancia que tiene el cultivo de maíz en León: «El regadío es agua, es verde y no hay incendios». Sobre alternativas en León, recuerda que «en las zonas de regadío, que no hay muchas otras posibilidades, sembrar maíz» sigue siendo la opción dominante. Y, mirando a política hidráulica, apunta a tres prioridades: «Que tenga un poco más de valor», «que los costes sean la mitad» y «la modernización de todos los regadíos para ahorrar agua, hacer más fácil el riego y además para ser más barato», con mención expresa a «unas 100.000 hectáreas sin modernizar» y a la necesidad de «abaratar el coste energético» y «recarga de acuíferos» donde el riego es por sondeo.
El plano de política de mercados y regulación aparece nítido en el testimonio de Rivera, que reclama ordenar el flujo de importaciones por puertos porque «el maíz es el que arrastra el precio del resto de los cereales» y porque Castilla y León «es productora con autosuficiencia, incluso rebasamos las necesidades regionales». Por ello pide «regular ese mercado que está llegando a los puertos» y recuerda que, con los actuales diferenciales, hay semanas en las que «el precio ahora mismo en puerto está en 230-225 euros la tonelada de trigo y estamos aquí hablando de 200», pese al coste del transporte y la huella de carbono asociada. En su análisis, para rentabilizar el maíz hace falta «que estuviera en 250-260 euros la tonelada».
Además de la escena autonómica, el contexto nacional apunta a una campaña de primavera con más superficie de maíz respecto a 2024 y producciones al alza, según el avance coyuntural del Ministerio de Agricultura a 30 de abril: el maíz en España habría aumentado un 2,7 por ciento de superficie respecto a 2024, hasta 297,5 miles de hectáreas a nivel nacional en esa fecha de referencia del avance mensual. Aunque es un dato de ámbito estatal y sujeto a actualización, sirve para enmarcar la campaña de Castilla y León en un ciclo de recuperación productiva tras las sequías de 2023-2024.
En la región, la estructura de regadíos y las reservas han permitido «una campaña de riego sin necesidad de nuevas sesiones de Juntas de Explotación en primavera» y con dotaciones máximas validadas por la Comisión de Desembalse, de acuerdo con la información oficial de la CHD, que además fijó el citado tope absoluto de 6.000 metros cúbicos por hectárea. Este marco institucional refuerza el mensaje de las opas de que la modernización del riego y la energía para bombeo son palancas de rentabilidad clave en el maíz.
En el tramo final de campaña, Dujo subraya que el maíz «normalmente requiere secado», que «son otros 30 euros por tonelada», y remarca que la «preferencia» del agricultor es que «bajen los costes» para no tensionar la ganadería, que «está viviendo un momento digno», en parte porque «los piensos y forrajes están a un precio asequible». Al mismo tiempo, identifica como riesgo que la inversión acumulada obligue a sostener rotaciones en regadío: «Los agricultores no nos queda más remedio que en las zonas de secano sembrar cereales de secano, trigo, cebolla, avena, centeno y en las zonas de regadío, que no hay muchas otras posibilidades, sembrar maíz».
Rivera abunda en ese círculo de inversiones y obligaciones, especialmente en jóvenes incorporados con planes de mejora: «Alguien que haya modernizado, que haya hecho una mejora en su explotación, está obligado a aumentar la producción bruta y a sembrar un cultivo en regadío. Si a mí me obligan porque tengo que contratar a remolacha o un cultivo de regadío para poder aumentar mi UTA, estoy obligado a sembrar maíz me guste o no me guste. Con estos rendimientos y con estos precios, difícilmente podrán sacar adelante la explotación». También advierte de que las lluvias de finales de octubre podrían «paralizar» temporalmente la cosecha y que «noviembre y diciembre son meses fundamentales para ver cómo evoluciona el mercado».
En cuanto a instrumentos públicos que pueden influir en el suelo de precios, la intervención pública de la PAC prevé, con carácter general, la posibilidad de intervención para maíz entre el 1 de noviembre y el 31 de mayo, lo que constituye un mecanismo de red de seguridad del mercado en situaciones de precios muy deprimidos. Aunque no se ha activado en Castilla y León, su existencia es relevante en el análisis de expectativas de final de campaña.
Por último, la estampa de lonjas e informes sectoriales publicados a lo largo de octubre confirman un patrón de «estabilidad» con ligeras oscilaciones por producto y un maíz que ha arrancado la cotización de campaña en León a 215 euros por tonelada destino secadero. Ese precio actúa como referencia regional por el peso de León en la superficie y producción de maíz, a la espera de cómo se ajusten volúmenes y humedades en noviembre.
«Esta campaña ha sido buena», concluye Dujo, «se sembró un poco tarde porque la primavera fue lluviosa, pero luego ha sido un verano y un otoño muy cálidos. Como ha habido agua suficiente almacenada en los pantanos, se ha podido regar todo lo que se ha querido». Rivera, por su parte, resume el reto de fondo en clave de política agraria y comercial: «Regulemos lo que entra por puertos. Si el maíz cae, el resto de los cereales cae también el precio». Ambas voces confluyen en la misma tesis: modernización, energía más barata y un marco de mercado que premie el origen regional son las piezas que necesita el maíz para sostener su papel tractor del regadío y de la cadena ganadera en Castilla y León.
El maíz se confirma como una columna vertebral del regadío y de la cadena agroganadera de Castilla y León: aporta materia prima cercana para piensos, sostiene empleo y actividad en las comarcas rurales y estabiliza el funcionamiento de la industria alimentaria. La campaña de este año ha mostrado que, con dotación de agua suficiente y manejo técnico adecuado, el cultivo responde en sanidad y rendimientos, reduciendo además costes cuando la cosecha llega con humedades bajas. El reto inmediato está en la rentabilidad, que exige contener insumos y energía, mejorar la eficiencia del riego y minimizar el gasto de secado. A medio plazo, la modernización pendiente de regadíos, un marco energético más competitivo y unas reglas de mercado previsibles y transparentes serán decisivas para dar certidumbre al productor.