Diario de Castilla y León

APICULTURA

«La llegada del oso nos obliga a proteger las colmenas»

Yolanda Martínez advierte que «cada vez hay menos miel y menos apicultores»

Yolanda vende en tiendas de barrio de Burgos, Santander, Vizcaya y Madrid.

Yolanda vende en tiendas de barrio de Burgos, Santander, Vizcaya y Madrid.ECB

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Loreto Velázquez
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Yolanda Martínez Guerrero lleva 28 años dedicándose a la apicultura. Con 750 colmenas en los montes pasiegos burgaleses, tiene experiencia, estructura y canal de venta y, sin embargo, está cada día más preocupada. A una cosecha que ha dejado mucho que desear, se unen otros problemas, como enfermedades que comprometen la viabilidad de las colmenas, y la última amenaza: el oso.

La llegada del oso a Burgos coincide con dos cosechas para olvidar. «El año pasado fue regular, pero la de este año ha sido un auténtico desastre», lamenta, convencida de que el cambio climático está causando estragos. «Lo estamos viendo en la cornisa cantábrica y en otras muchas zonas».

La viabilidad comenzó a torcerse en un mes de julio frío, que impidió que las flores activasen el ciclo de la miel con el preciado néctar. «Si las flores no sudan, las abejas no pueden coger el néctar», asegura, sin olvidar la ola de calor que llegó después, secando las flores. «Ha sido un año atípico».

Los cambios bruscos de temperatura afectan tanto a las flores como a las abejas, especialmente las reinas, que ahora viven menos. «Antiguamente duraban entre 3 y 5 años, pero ahora, como mucho, las podemos dejar tres», subraya, consciente de la relevancia de contar con enjambres jóvenes para evitar enfermedades, otra de las grandes asignaturas pendientes. «Todos los años cambio un tercio de la colmena para que estén más sanas, produzcan más y para evitar hongos o el loque, una enfermedad bacteriana que afecta a la cría de las abejas y puede causar la muerte de colmenas enteras».

Por norma, la abeja tiene una media de vida de 800 km de vuelo, unos 30-35 días. La distribución en la colmena parte de una reina, que es más alargada y fina, y luego funciona de forma milimétrica: 1.500 zánganos, que se dedican a la fecundación y que también trabajan cuando la colmena alcanza al pico productivo, y las organizadas obreras, que pueden alcanzar las 60.000 abejas en plena floración. «Tienen una unión maravillosa, son trabajadoras, armoniosas, perfectas y, desde que nacen, hacen todo el ciclo: limpian, dan de comer a la reina y a las larvas, hacen miel, recogen propóleo, ventilan la colmena», destaca.

El ciclo se inicia en la colmena en marzo-abril, cuando los días comienzan a ser más largos y las abejas se activan. «En invierno no están dormidas, porque no duermen, pero sí aletargadas, y bajan el ritmo para mantener la temperatura. Por eso, cuando les quitamos la miel, les damos un alimento sustitutivo con unas bolsas de glucosas especiales».

El problema llega cuando es primavera, pero no hay néctar. «En cuanto hay una semana sin néctar, la reina deja de poner. Por eso es importante ir todas las semanas por si necesita comida, un alza, unos cuadros o un enjambre».

Como apicultora, Yolanda vigila de cerca a la abeja reina de cada colmena. «Hay veces que no funciona, y tienes que estar atenta ante síntomas claros, como cuando ves que las alimentas y no tira, con tres cuadros, tienen micosis o hay pocas abejas».

En estos casos, si la reina no funciona, hay que quitarla y luego meter una nueva o juntar la colmena en otra, «pero siempre que no estén enfermas».

Yolanda heredó la pasión por la apicultura de su abuelo y de un padre que llegó a tener 100 colmenas. A la hora de dar el paso, contó con la ayuda, primero, del programa NOW para la Mujer, que coordinaba CEDER Merindades, con el que se formó un año, y en la puesta en marcha, con una subvención del mismo programa europeo.

MENOS MIEL Y APICULTORES

Aunque se declara una privilegiada por poder dedicarse a lo que de verdad le llena en la vida, en los últimos años se está complicando el panorama. «Cada vez hay más mortandad de colmenas, menos miel y menos apicultores», advierte, convencida de que, más allá de las familias que viven de la miel —en su caso, tres—, «hay que ponerse las pilas con el tema de polinizadores y abejas». «Hay que preservar el importantísimo papel que juegan las abejas en la sostenibilidad del mundo. La polinización es vital, y no puede ser que todo decaiga en el hombro del apicultor».

Estos profesionales lidian cada año contra enfermedades que antes no existían, como la Varroa destructor, un ácaro que llegó de China en los años 80 y «para la que no hay tratamientos efectivos al 100%»; los hongos y esporas, que, aunque son menos frecuentes, «cuando te toca, tienes que eliminar la colmena»; o la temida avispa asiática, que amputa a las abejas para hacer con el tórax una pasta y dárselo a las larvas. «Todo esto te obliga a incrementar costes, porque tienes que comprar arpas, hacer trampas...».

Para suprimir una colmena, ella utiliza desinfectante, un soplete, agua hirviendo y sosa cáustica.

CONCIENCIACIÓN

Como vicepresidenta de la Asociación de Apicultores de Burgos, Yolanda es una gran defensora de la apicultura tradicional. «Sigo la filosofía de mi padre y de mi maestro, Chicote. Ellos me enseñaron a amar la apicultura tradicional».

A diferencia de otras zonas de España, como Extremadura o Valencia, que son transhumantes, Yolanda no mueve apenas las colmenas. Pero, ¿quién pone el precio de la miel? «Por desgracia, las grandes empresas. Compran mieles de fuera de bajo precio, y el apicultor español, al final, cede y baja; y así estamos, cada vez somos menos. Es una pena, porque España tiene una miel de calidad excelente y, cuando te encuentras que compites con mieles que mezclan varias floraciones o incluso varios países, se te cae el alma a los pies».

Para encontrar una buena miel, ella recomienda buscar en las tiendas de barrio y ver el precio. «Una miel que cuesta 5 euros no es miel. Yo la mía la vendo a 12 y no es cara. Hay que leer las etiquetas y exigir a la administración que obligue a poner el porcentaje real de miel española, porque ahora basta con que tenga el 1 %. Es ridículo. Mi miel es 100 % de Espinosa de los Monteros, Burgos, y eso se nota».

Yolanda pide así ayuda para defender un sector estratégico con un censo nacional de más de 2,8 millones de colmenas entre los dos sistemas productivos, estante y trashumante, y una producción que en 2023 superó las 27.423 toneladas. En datos, España cuenta con 36.893 explotaciones, de las que alrededor del 17% son profesionales que superan las 150 colmenas, lo que supone el nivel de profesionalización del sector apícola más alto de la Unión Europea.

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