Diario de Castilla y León

BURGOS

Martí Fluxá: «Luchamos para que la uva tenga un precio justo»

A sus 66 años María Martí Fluxá se jubiló como médico forense y comenzó su aventura como viticultora

María Martí Fluxá tiene cuatro hectáreas de viñedo en Quintana del Pidio, en la provincia de Burgos.

María Martí Fluxá tiene cuatro hectáreas de viñedo en Quintana del Pidio, en la provincia de Burgos.E.M.

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Loreto Velázquez
Burgos

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Muchos imaginan su jubilación viendo el mar, jugando al golf o volviendo a los pueblos que les vieron crecer, pero en el caso de María Martí Fluxá y su marido, Javier Pulgar, decidieron hace 8 años enfocar esta nueva etapa de la vida como viticultores en la Ribera del Duero. «Yo soy médico de familia y comunitaria en Madrid. He trabajado como pediatra mucho tiempo y en los últimos años ejercí como médico forense en Pozuelo de Alarcón. Mi marido por su parte era abogado, pero siempre nos ha gustado el vino y la historia que hay detrás de una botella», relata María.

A la hora de elegir zona, el matrimonio tenía claro cuál debía ser: Quintana del Pidio (Burgos). «La madre de Javier es de Burgos y siempre que íbamos a verla parábamos en Quintana para comprar vino. Cuando decidimos dar el paso tenía que ser ahí», recuerda.

Gracias al apoyo de Pepe, que además de panadero de Quintana entonces, es viticultor y de familia de viticultores, pudieron hacer realidad su sueño. «Nuestra idea era comprar media hectárea para hacer nuestro vino, pero al final compramos 4 porque era un pack».

El inicio no fue fácil. «No teníamos experiencia pero afortunadamente hemos contado con gente que nos ha asesorado muy bien y hemos ido aprendiendo poco a poco».

Con cuatro hectáreas, el volumen ya no podía limitarse a un antojo casero. «Vendemos la uva a la Bodega Los Olmos donde mi marido forma parte del consejo rector y desde ahí luchamos para que la uva tenga un precio justo», sostiene convencida de que la calidad de las cepas tiene que valorarse en el mercado.

En su caso, el viñedo, situado a casi 900 metros de altitud, supera los 28 años de historia. Aunque hay algunas cepas de uva blanca, la mayor parte es de la variedad Tempranillo y por supuesto en vaso. «Cuando las compramos tenían 20 años. Según nos han contado, en su día debieron arrancar las cepas de Albillo Mayor y la verdad es que es una pena porque es un vino riquísimo. Ahora con lo que hay, como son 4 o 5 cepas las cogemos para tomarlas de postre».

Aunque siguen viviendo a las afueras de Madrid han rehabilitado una casa en Quintana del Pidio. Como gran parte de Quintana y de muchos puntos de la Ribera del Duero, sus viñedos no han escapado de la helada de la pasada semana. «Hay brotes que se han quemado, pero confío en que todavía queden algunos brotes sin lesiones. Bueno son cosas que pasan en el campo. Yo todavía recuerdo con pavor el pedrisco que nos cayó hace unos años. Fue horroroso, todo perdido y encima dejó unas cicatrices tremendas que tardaron en sanar casi dos años».

Por ahora externalizan todos los trabajos. «Me gustaría poder ayudar más», afirma consciente de que en ciertos momentos la externalización es indispensable como en la vendimia. «Los primeros años contratamos una empresa de Roa que nos trajo a 25 personas y se hizo en un solo día, una maravilla. La verdad es que la vendimia es un poco agobio. Nosotros tenemos la suerte de que nos ayudan en las labores del campo otros viticultores de Quintana del Pidio, por lo cual se hace más llevadero y agradable», señala consciente de la dificultad de encontrar mano de obra especializada.

Aunque por este mismo motivo, muchos optan por plantar en espaldera y poder realizar la recogida con máquina, ella defiende la calidad de la tradición. «Es cierto que el manejo es más complicado en este tipo de cepas, en vaso y desperdigadas, pero no lo cambiaría por nada. La recogida manual es la mejor forma de garantizar que la uva llegue a la bodega en perfecto estado y nosotros trabajamos con el empeño de lograr uvas de máxima calidad para luego poder posicionarnos en un futuro dentro del mercado top».

En la aventura no están solos. «Tenemos dos hijos, Pablo que es diseñador y pintor y vive en Coruña. A él no le gusta nada el campo pero está encantado por nosotros. Luego está Alfonso que es ingeniero de minas y vive en Londres. Él está feliz y cuando le permite el trabajo ayuda todo lo que puede».

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