Diario de Castilla y León

TURISMO

La bellaza está en el interior

Hace casi 70 años de las primeras exploraciones en el complejo kárstico que el Grupo Espeleológico Edelweiss ha contribuido a proteger, valorar y dar a conocer en todo el mundo

Un espeleólogo contempla la Sala del Cacique, por la que pasan los visitantes de Cueva Palomera. Abajo, acceso a la ermita de San Bernabé.

Un espeleólogo contempla la Sala del Cacique, por la que pasan los visitantes de Cueva Palomera. Abajo, acceso a la ermita de San Bernabé.ADRIÁN VÁZQUEZ (GeE) / ECB

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L. Briones
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La belleza, dicen, está en el interior. Y en ocasiones, podrían apuntar, con orgullo, los lugareños de Las Merindades, es, incluso, reversible. Por dentro y por fuera, el entorno de Ojo Guareña emana encanto. Hasta sus entrañas encandilan. Lo supieron los moradores de la zona hace siglos. Lo sabemos hoy, lo celebramos y lo protegemos, gracias fundamentalmente al empeño de unos aventureros que comenzaron a recorrer y explorar aquellos hipnóticos paisajes que atesora el subsuelo. En 2026 se recordarán aquellas andanzas del Grupo Espeleológico Edelweiss por todo lo alto, que bien lo merece la fecha redonda que se conmemora: 70 años de la primera incursión. No estaba allí todavía Fortu Lázaro, que recaló en la agrupación y en Ojo Guareña en 1974. Quedó prendado y es tal su vínculo con este enclave, que conoce palmo a palmo y en el que ha pasado miles de horas, que lo siente como su casa. «Soy un privilegiado», asume, con satisfacción, para aseverar que desde el primer momento, allá por 1956, sus antecesores supieron que «aquello era muy grande» en todos los sentidos. El tiempo y el trabajo duro les daban la razón. Acumulaban kilómetros y hallazgos con ayuda de expertos llegados de todo el mundo a los sucesivos campamentos internacionales. Contribuía esta cooperación a proyectar la imagen de aquel tesoro escondido en la Merindad de Sotoscueva.

Desde entonces, sin descanso, la labor incesante de Edelweiss ha permitdo documentar 111 kilómetros de galerías y resultaba fundamental para la protección del Monumento Natural, también considerado Bien de Interés Cultural, y, en consecuencia, para su puesta en valor y difusión. No en vano, dos millones de años después de que el agua y la disolución del carbonato de calcio comenzaran a hacer de las suyas y «transformaran las rocas de caliza y arcilla, creando un paisaje deslumbrante que cuenta la historia de nuestro planeta», este espacio goza de admiración internacional y supone un activo turístico y, a la postre, económico, de gran valor para la zona.

Porque sí, la belleza llama, más aún si para contemplarla toca asomarse a las profundidades. Sobran, pues, los alicientes para recalar en este enclave, ubicado al norte de la provincia de Burgos, «un tesoro natural que también es un testigo de la historia».

En el conjunto del karst, las cuevas estudiadas y publicadas rondan las cuatrocientas. «Buena parte de ellas están relacionadas, o lo estuvieron en tiempos pasados por su génesis e hidrología, y forman parte del denominado complejo kárstico de Ojo Guareña. El enlace de catorce de ellas se conoce como red principal y comprende más de 111 kilómetros de galerías cartografiadas, distribuidas en seis niveles superpuestos, lo que la convierte en la cuarta mayor cavidad conocida en España y la vigesimocuarta entre las principales del mundo», explican desde Edelweiss.

En su interior, estas cavidades albergan multitud de yacimientos arqueológicos que abarcan desde el Paleolítico Medio, con presencia de restos atribuidos al Homo neandertalensis, pasando por el Paleolítico Superior, con pinturas y grabados, el Neolítico, el Calcolítico, la Edad del Bronce -de la que permanecen improntas de pies humanos en las llamadas Galerías de las Huellas, «la más relevante del mundo por su cantidad y conservación», pinturas, grabados, zonas sepulcrales y de hábitat o silos-, la Edad del Hierro, la época romana (cerámicas) y la Edad Media (zonas de hábitat y refugio en las entradas de las cuevas, ermita de San Tirso y San Bernabé, áreas sepulcrales), hasta la época actual (ampliaciones de la ermita, pinturas de su bóveda o la llamada Sala del Ayuntamiento, que aún hoy alberga eventos significativos para la comarca como la romería de San Bernabé).

Pero hay más. «También es notable la variedad e importancia de sus especies biológicas, de las que se han encontrado casi un centenar, algunas de ellas exclusivas de Ojo Guareña o descritas como nuevas para la ciencia. La importancia de sus diminutos pobladores cavernícolas, así como la variedad de la fauna y la flora del exterior y la singularidad y belleza de su paisaje, facilitaron su declaración en 1996, por la Junta de Castilla y León, como Monumento Natural», detalla la agrupación, dedicada desde hace décadas a divulgar la relevancia de estos yacimientos.

Si bien los espacios más recónditos son coto exclusivo de espeleólogos avezados e investigadores, la zona brinda la posibilidad de atisbar su riqueza exterior e interior de diversas formas. Aguarda en Quintanilla del Rebollar la Casa del Parque de Ojo Guareña, que se presenta como «el mejor lugar para iniciar el descubrimiento» del Monumento Natural cosido en la superficie por una extensa red de senderos de diferente dificultad.

Dos caminos, no obstante, conducen al corazón del territorio, se trata de las únicas cuevas visitables: la de la Ermita de San Bernabé y la de Palomera, «la entrada principal del complejo, que conecta con los otros trece accesos -en total, 14- que enlazan los 111 kilómetros totales», destaca Lázaro, para apuntar que en estos «espeleopaseos», que así los llaman en la web www.cuevaojoguarena.com, donde pueden reservarse las entradas, respetan al máximo el entorno. «De hecho, no se ha alterado nada para facilitarlos, de ahí que en particular en Palomera se requieran unas condiciones físicas mínimas para acceder con seguridad», añade, con la preocupación propia de quien abre su casa al mundo. Porque lo es, porque Edelweiss, su iniciativa y empeño, es la responsable del «éxito» del que hoy goza Ojo Guareña, con el indispensable impulso y cuidado de las administraciones. «Somos los que mejor conocemos este entorno», reconoce el espeleólogo, encargado junto con sus compañeros de formar a los profesionales que guían los recorridos.

En concreto, la visita a la ermita de San Tirso y San Bernabé consiste en un recorrido de aproximadamente 400 metros de galería y el templo excavado en la entrada. En el interior aguardan la pila del Santo y la galería de los Silos. La ermita cuenta con una bóveda natural repleta de pinturas murales anónimas datadas las más antiguas en 1705 que relatan los martirios y milagros del protagonista.

Los más avezados, no obstante, pueden optar por zambullirse en Cueva Palomera. Para acceder recibirán un casco con linterna frontal y las nociones básicas de seguridad y comportamiento en la cavidad. El recorrido alcanza espacios de gran relevancia como la Sala Edelweiss, la Galería Principal, la Sima Dolencias, la Sala Cacique y la Sala Museo de Cera. «En varios puntos se realizarán paradas para explicar diferentes aspectos de las formaciones kársticas así como la microfauna que habita en la cueva. La visita finalizará en el alto Concha o de San Bernabé», detalla la web oficial, que también insiste, en la línea de lo explicado por Lázaro, en que la frecuencia reducida y el limitado número de integrantes en cada paseo buscan garantizar «la adecuada protección de los valores subterráneos y de los existentes en superficie».

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