RESTAURANTE SAN ISIDRO (ZAMORA)
Cocina para currantes en la N-122

Julio Casado y Rosa Chicote, frente a la fachada del Hostal Restaurante San Isidro a la entrada de Zamora, al pie de la vieja N-122.
Abrimos el relato gastronómico que Rosa y Julio defienden en su restaurante familiar al pie de la N-122. Desde una ensalada campera a un sencillo salpicón pasando por una sopa de pescado, unas alubias blancas o los socorridos entremeses con ensaladilla y esos espárragos dos salsas. Filete de ternera, escalope si lo pides, salchichas, pollo guisado, conejo al romero, ternera guisada, bacalao con tomate, bonito con almejas y merluza a la plancha, entre otros platos de generosa ración y ajustados a la cocina casera, la de todos los días. De postre, además de la fruta, el yogur y las natillas, la tarta comtessa y la tarta al wiski, dos helados industriales que merecen un homenaje por lo bien que saben y la aceptación que reciben. Todo esto por 12-13 euros, incluidos el agua, el vino y la gaseosa. A las siete, Rosa pone en marcha la cafetera y abre para los desayunos. A mediodía prepara en la cocina los doce primeros, los doce segundos y media docena de postres para su clientela, trabajadores de las empresas e industrias del entorno. Julio Casado y Rosa Chicote llevan diez años al frente del Hostal Restaurante San Isidro, el último testigo de aquella hostelería de carretera que caracterizó a la concurrida N-122 entre Toro y Zamora. Hoy este restaurante gestionado por dos profesionales de hostelería es un milagro por mantener esta necesaria infraestructura hostelera en un entorno de numerosas empresas alimentarias e industrias. Dicho así, habría que buscar el encaje en el paraguas del concepto gastronómico. Rosa y Julio mantienen a cuatro empleados.
Solamente observando el trato familiar con los comensales, la agilidad en el servicio que exige un menú del día y la variedad de platos, nadie negará que proporcionan una sensación de satisfacción y aprobación por los platos degustados. La decoración es la de un restaurante de carretera donde se alternan los azules y amarillos de los monos de los trabajadores que comen todos los días en esta casa especializada en cocina casera para currantes. Que somos todos. Por fortuna la autovía no acabó del todo con la cocina de carretera. Tan necesaria. Tan gastronómica.