BODEGAS NIDIA
El tesoro de los Torío en Olmedo
Una plantación con más de treinta años, una marca con apenas unos años y una finca con más de tres siglos. Unas 40 hectáreas de viña en espaldera en un paraje aislado a la orilla del rio Adaja. La mayor parte, de uva verdejo -injertada en las primigenias cepas tintas- y algunas variedades en experimentación. Ante todo, es una versión actual de los blancos de uva verdejo bajo la nueva interpretación de romper lo primario (jóvenes con exceso aromático) y apostar por mayor volumen en boca, capacidad para envejecer, en definitiva, respondiendo a la demanda actual de verdejo de guarda, crianzas sobre lías, afinados y pasos medidos por el roble.
Hoy los vinos Nidia y Equis que diseña la enóloga Silvia son la carta de presentación de Daniel Torío, que una década después cristaliza una parte del sueño junto a unas nuevas instalaciones ya rematadas en todas las fases de elaboración: recepción de uva, lagares, fermentación y crianza y afinado, además de las estancias destinadas a las visitas y catas profesionales. Ante todo, una apuesta blanca monopolizada por la casta verdejo. Pero vamos al tesoro. Casi parece un sueño. Bodegas centenarias subterráneas, cavidades horadadas en el campo fuera de los núcleos vinateros que se mantienen firmes y secas. Cuevas en tierra y cimbreadas de ladrillo (tierra del mudéjar) de enormes dimensiones que cuentan -algo insólito- con un entramado de galerías paralelas a las cavidades centrales que permiten la aireación entre otras prestaciones de paso. De ahí su magnífico estado de conservación. Además, hay que incidir en la musealización del viejo lagar con una viga ‘cuadrada’ impresionante y la reconstrucción de la casa señorial no muy lejos y en la propia finca.
Nidia, será con toda probabilidad el fenómeno cultural enoturístico más original del ámbito geográfico de la DO Rueda. Y no se trata de una bodega subterránea más. Nidia tiene nombre de mujer y evidentes lirismos en la palabra que es “cristalina”, dice Dani. Pero, Nidia es la moderna bodega anclada en un oasis de un claro arenoso entre los pinares de Olmedo y sus vinos Nidia. Son blancos de corte actual por sus cuadros sensoriales. Nidia, por tanto, solo existe en la imaginación de Dani, que ha encontrado en esta marca la manera de abrirse a los nuevos tiempos sin que la historia documentada de la finca, viña y lagares con tres siglos de existencia, el nombre de una marca y una bodega en las que intervino su familia en los 90 o el actual hierro de toros bravos desviaran la atención. Y lo ha conseguido, pues, antes de hablar de Garci-Grande, rebuscamos en la palabra Nidia escritoras, periodistas o nombres de actriz. Como aquella esclava griega de nombre Nydia, enamorada de Glauco en los últimos días de Pompeya. Incluso tiene su guiño en un jeroglífico. Ahí lo dejamos. Sin duda, ya estamos tras la pista del tesoro de los Torío, que se describe con facilidad. Una bodega moderna, bien equipada tecnológicamente, con un diseño de vanguardia y mimetizada en un pasaje de viñedos circundados por masas pinariegas y el rio Adaja serpenteando en las lindes. Se trata de la reactivación de una explotación agraria y un viñedo que lleva en las manos de la familia Torío treinta largas añadas.
La finca atesora una interesante historia decimonónica, cuyo texto ya está en curso sobre la relación del vizcondado de Garci-Grande y sus posteriores propietarios. Cuando ya todo estaba más o menos descrito en el arcano cultural del ámbito geográfico de la Denominación de Origen Rueda, un nuevo proyecto vitivinícola resucita de nuevo en manos de la familia Torío y pone a Olmedo en la palestra. Sin duda, el mérito es del joven Daniel Torío que lidera en solitario este proyecto que su padre y su tío (Ángel y Saturnino) iniciaron hace tres décadas.