Diario de Castilla y León

Los paisajes del Camino de Santiago en Castilla y León

El Camino de Santiago francés pasa por 425 kilómetros de montes, páramos y valles de Burgos León y Palencia

Paisaje de las campiñas de la Bureba occidental en Belorado, Burgos

Paisaje de las campiñas de la Bureba occidental en Belorado, BurgosFundación Santa María la Real

Publicado por
María Bausela
Valladolid

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Entre campiñas, páramos y vegas transcurre el Camino de Santiago francés a su paso por Castilla y León. Unos 425 kilómetros de montes, llanos y valles que ilustran y transforman esta ruta que cada año recorren más de 350.000 peregrinos según datos de la Fundación Santa María la Real. Con inicio en Orreaga/Roncesvalles, Navarra, o en Somport, Aragón, este trayecto, que fue el primero con destino a Santiago de Compostela en ser declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, pasa por 9 provincias, tres de ellas de la comunidad. Estas son Burgos, Palencia, León, Huesca, Zaragoza, Navarra, La Rioja, Lugo y La Coruña.

Aquellas personas que peregrinan hasta la tumba del apóstol pasan en su camino “por unos mosaicos impresionantes”, indica Gumersindo Bueno, director del área de Paisaje y Sostenibilidad de la citada fundación. “Hay una variedad de escenarios tan grande en esta ruta que puede representar la diversidad de paisajes de Europa, porque van desde la alta montaña a los valles del Ebro, las mesetas castellanas, el clima oceánico, etc.”, añade. Debido a esto la Fundación Santa María la Real ha realizado un estudio con el objetivo de definir y catalogar los tipos de paisaje que se pueden encontrar en este histórico recorrido. En total han identificado 24 tipos con 69 puntos en los que se dan estas condiciones que se extienden a lo largo de cinco regiones y 173 municipios.

En concreto en Castilla y León se dan la mitad de estos tipos, 12, con 29 localizaciones extendidas a lo largo de las 3 provincias que se recorren en la ruta hasta Santiago. “Los extremos occidental y oriental de la comunidad están delimitados por sierras montañosas mientras que en la mayor parte del área central se reparten cuatro tipos de paisajes: los páramos calcáreos y detríticos, las campiñas y las vegas fluviales de afluentes del Duero que discurren a través de los anteriores en dirección norte-sur, de forma perpendicular al Camino de Santiago”, indican en el estudio.

“Esto nos da una variedad tremenda además de una diversidad y una riqueza importantísima. El paisaje a lo largo del Camino de Santiago va cambiando de un sitio a otro y es algo que aporta mucho a un destino cultural y turístico como es Santiago. Generalmente, no se ha reparado en el paisaje como algo de interés aunque cuando se está haciendo el camino estás atravesando todas esas tipologías de paisaje y por consiguiente estás teniendo una experiencia completamente diversa cada pocos kilómetros”, comenta.

Con este estudio “queremos producir una mayor conciencia del paisaje como elemento de valor en el Camino de Santiago. Desde el área de Paisaje y Sostenibilidad de la fundación tenemos que focalizarnos en lo que es la protección de los paisajes y la promoción de los mismos. Y consideramos importante que haya una conciencia de las administraciones públicas y del público en general de qué paisaje en sí mismo es un valor y una construcción a veces tan compleja o más que cualquier otro bien patrimonial que tenemos”, expone.

Algo a lo que le han prestado especial atención es a cómo evolucionan los paisajes en el tiempo porque no deja de ser algo que “construyen las personas para adaptarse al territorio y a las condiciones geográficas, climatológicas y orográficas”. Por ello, al evolucionar las formas de vida, de transportes, de industrialización, etc., evolucionan a su vez todos los elementos que componen los paisajes de las ciudades, pueblos, campos y caminos.

“Hemos visto que con el riesgo del cambio climático, del que se habla tanto en los últimos años, se puede dar una alteración de los paisajes, pero también nos hemos dado cuenta con este estudio de que esas alteraciones se están produciendo además por otras cuestiones. Un ejemplo de elementos de la vida cotidiana que afectan a los paisajes de este trayecto es la caída demográfica en algunas zonas rurales por las que se da una intensidad de uso del territorio más floja que influye en la vegetación y la fauna del área”, argumenta.

Otra circunstancia que está influyendo en las tierras castellano y leonesas “es la industrialización de la agricultura y de la ganadería. Los procesos industriales mecanizados en la ganadería y la agricultura lo que conllevan es una alteración de los paisajes. Cambian los cultivos, el parcelario rural, las disposiciones de las plantaciones de los árboles… Todo esto hace que el paisaje vaya cambiando”, añade.

Por último, hay otra circunstancia que han percibido en el estudio, las modificaciones del paisaje por la construcción de grandes infraestructuras como parques eólicos y fotovoltaicas, carreteras, autopistas…

Inciden especialmente en la influencia que puede tener el cambio climático en la conformación de los paisajes que están en ese tramo tan largo del Camino de Santiago Francés, así como la importancia de conocer cómo evoluciona y ver cuáles son los riesgos. Ejemplos de esto son el aumento de las temperaturas, el riesgo creciente de incendios forestales o las lluvias torrenciales, que ya están afectando a este itinerario según aseguran.

Por ello desde la Fundación Santa María la Real actualmente están trabajando en otro estudio con el que buscan conocer cuáles son “los conocimientos tradicionales o las prácticas ancestrales de cada región que servían en el pasado para adaptarse al territorio o condiciones climáticas cambiantes y ver cómo pueden ayudarnos algunas de esas prácticas a adaptarnos al cambio climático hoy en día. Por ejemplo, las prácticas de gestión forestal comunal, los pastos comunales, la ganadería extensiva, la agricultura tradicional, el uso de especies autóctonas, todas esas cuestiones que se manejaban tradicionalmente pueden darnos algún tipo de orientación para ese riesgo de cambio climático y adaptarnos a él”, explica.

Básicamente, “se prevén dos efectos con estos cambios, el aumento de las temperaturas y la disminución o alteración del régimen de lluvias en estas zonas de Castilla y León. Eso puede producir también sequías, mayores erosiones y otro tipo de circunstancias derivadas. Nosotros lo que planteamos es que hay que estar preparados antes el cambio climático tomando medidas que sean útiles, razonables y realizables, porque podemos plantear cosas muy quiméricas, pero queremos centrarnos en medidas que sean fáciles de adoptar en el ámbito individual, así como en las provincias, municipios y comunidades autónomas”, concluye.

El trabajo continuará con la elaboración de mapas que identifiquen cada uno de esos paisajes, las unidades paisajísticas que comprenden y otros datos como usos del suelo, hábitats de interés o espacios pertenecientes a la Red Natura. Además, se realizará un análisis de Debilidades y Fortalezas (DAFO) y una caracterización de cada paisaje, así como su evolución climática y cartográfica.

En cuanto a los 12 tipos de paisaje que se pueden encontrar en Burgos, León y Palencia estos cuentan con 29 puntos a lo largo de los 425 kilómetros de Camino de Santiago Francés que hay en la comunidad.

Campiñas de la depresión del Ebro

Se puede encontrar en las campiñas de la Bureba occidental en los municipios burgaleses de Belorado y San Juan de Ortega. Este es un paisaje con valles, cerros de areniscas y paisajes agrarios de larga historia, sobre todo cerealistas y de viñedo. “Un cultivo dinámico en el que pueden apreciarse linderos de alto valor paisajístico con carrascas y coscojares, junto a sotos en las riberas”, exponen en el estudio.

Sierras del norte del sistema ibérico

En la comarca de Montes de Oca y Atapuerca, Burgos, se puede ver un conjunto de sierras en donde las áreas pobladas están concentradas en el entorno de los valles. Sus paisajes se pueden agrupar debido a la naturaleza de sus litologías y los aprovechamientos comunes: pastoreo y aprovechamientos forestales de coníferas.

Páramos calcáreos castellano-leoneses

El páramo del norte de capital burgalesa y el del municipio de Castrojeriz cuenta con un paisaje característico de las llanuras de la cuenca del Duero con planicies extensas, rotas por la incisión de la red fluvial que modela valles que cuando crecen y se dispone de agua para regadío cambian el entorno a un paisaje característico de las vegas. “Esta estampa agraria ofrece discontinuidades y contrastes entre las zonas de secano y regadío que lo diferencian de las vecinas campiñas”, apuntan.

Vegas del Duero

Integran este tipo las vegas de ciertos tramos del Duero y algunos de sus afluentes principales. Son paisajes lineales, con valles en cuna, cuyo fondo plano es siempre un regadío e intensamente poblado por núcleos concentrados. Estas vegas están caracterizadas por los cultivos agrícolas industriales, predominantemente herbáceos y semiextensivos, combinados con barbechos invernales y terrazas vitícolas en la ribera.

Esta situación se da en Burgos en la vega del Arlanzón en Hontanas. En Palencia en la vega del Pisuerga entre la confluencia del Arlanzón en Cerrato y Alar del Rey, y la vega del Carrión entre Carrión de los Condes y Terradillos de los Templarios. Y en León se da en la vega del Esla en la confluencia del Porma en Villanueva de las Manzanas y Cistierna, la ribera del Porma y Curueño cerca de Vegas del Condado, y la vega del Bernesga a su paso por la capital leonesa.

Campiñas de la meseta norte

“Junto con los páramos, estas campiñas constituyen el paisaje característico de la región castellanoleonesa”. Son centenares de miles de hectáreas que cuentan con una red hídrica plana y débil y un dominante aprovechamiento agrícola de cereales y barbecho. “Actualmente, se están incorporando al paisaje construcciones vinculadas a la ganadería industrial”, apuntan desde la fundación.

Este paisaje se da principalmente en Burgos en las campiñas y páramos entre el Arlanzón y el Arlanza junto al pueblo de Valles de Palenzuela, entre el Pisuerga y el municipio de Villadiego, entre el Carrión y el Pisuerga -que abarca el área entre Villovieco (Palencia) y Castrillo de Mota Judíos (Burgos) y entre Terradillos de los Templarios y Carrión de los Condes (Palencia) en Tierra de Campos.

Páramos detríticos castellano-leoneses

Este tipo se da en los altos páramos leoneses y palentinos en el arranque de la Cordillera Cantábrica, al noroeste de la cuenca del Duero. Históricamente en estas zonas ha predominado la agricultura de secano extensiva asociada a la ganadería, en creciente proceso de abandono, que favorece el avance de matorrales, pinares de repoblación y matas arbóreas. La trama rural histórica de este pasaje tradicionalmente agrario ha evolucionado por los cambios asociados a la expansión del regadío, que contribuye a diferenciar dos áreas distintas actualmente: el paisaje agrario de regadío al oeste del Esla y la zona al este donde prevalece el paisaje de secano

Estos páramos se pueden encontrar en León. Son 8 y se encuentran en los alrededores de El Burgo Ranero, Santas Martas, Mansilla de las Mulas, Villaturiel, Valdefresno, Trobajo del Camino, entre Santibáñez de Valdeiglesias y Villares de Órbigo, y cerca de San Justo de la Vega,

Llanos castellanos

El paisaje de los llanos y valles de la Valduerna en Astorga cuenta con una topografía monótona y usos forestales y agrícolas. Su arbolado ha sido objeto de explotación históricamente por lo que es un paisaje vegetal homogéneo debido a la intervención humana. “Es un depósito de arenas que ha formado modestas dunas intercalándose con depresiones endorreicas, que alojan pequeñas charcas y lagunas que en algunos enclaves son definitorias del paisaje”, comentan.

Plenillanuras salmantino-zamoranas y piedemonte de los montes de León

En La Maragatería, León, se da un paisaje claramente diferenciable del resto de las tierras del Duero, pero internamente diverso. Hay una fuerte presencia del granito y la pizarra con escasa incisión de la red hidrográfica. “Existe una baja densidad de población, en núcleos concentrados con entornos murados que constituyen hitos urbanos poco habituales”, aseguran.

Tierras altas, montes y sierras galaico-zamorano-leonesas

Los montes de León en los alrededores de Rabanal del Camino son relieves que prolongan otros más elevados y establecen el contacto entre estos, las penillanuras y los piedemontes circundantes. Estos paisajes son de antiguo poblamiento y explotación humana para cultivo de cereal y aprovechamiento de los montes para leña, ganadería e incluso cierta explotación minera. En estos existen pequeños núcleos de población en retroceso localizados en los valles o cabeceras de ríos.

Depresiones galaico-zamorano-leonesas

En León se dan dos puntos con este tipo de paisaje uno en la hoya del Bierzo oriental cerca de Villafranca del Bierzo y otro en la hoya de Ponferrada. En ambas localizaciones se puede ver desnivelaciones tectónicas con paisajes agrarios específicos y una vegetación intensamente transformada por el hombre al ser lugares bastante habitados, aunque se conservan setos vivos y manchas arboladas. Además, las montañas que rodean estas fosas poseen numerosos miradores desde los que se aprecian el conjunto de los caracteres de su relieve, la distribución de las aguas, el mosaico de usos, las tramas de comunicación, etc.

Sierras gallegas y de la divisoria astur-leonesa

Las sierras de Dos Caballos y de la Encina de la Lastra cerca de Trabadelo, León, constituyen un tipo complejo. Desde el punto de vista bioclimático se sitúan en la provincia Atlántica de la región Eurosiberiana, y predominan los bosques, junto con extensos matorrales y pastizales abandonados. Son paisajes poco poblados en el interior, y un poco más en sus bordes, cruzados por caminos medievales que confluyen en Santiago. Además, existen explotaciones mineras a cielo abierto con gran impacto paisajístico.

Macizos galaico leoneses al oeste y noroeste del Bierzo

En el macizo del Caurel cerca de Vega de Valcarce en León su paisaje se caracteriza por áreas de montaña de transición bioclimática que ofrecen gran variabilidad climática y biogeográfica. Las huellas del uso agrícola, ganadero y forestal se mezclan con las de la explotación minera, infraestructura viaria y arquitectura rural. “Todo ello supone una importante herencia de interés etnográfico, histórico y cultural”, indica la Fundación Santa María la Real en el estudio.

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